lunes, 20 de diciembre de 2010

Rishikesh. De vuelta a casa me dejé un cachito de corazón entre la mierda sagrada....


26-27-28-29 de Noviembre

Rishikesh –Delhi

Escribo con la pena de saber que ésta es la última entrada de nuestro viaje al norte de la India y que ya llevo varios días en España donde la memoria me empieza a jugar malas pasadas respecto a las situaciones y vivencias en el país de los inciensos, así que perdonad por la brevedad literaria sobre los últimos días por allí. 

Llegar a Rishikesh fue como cambiar de registro totalmente. Nos encontrábamos de repente entre montañas, con bosques , ríos y poca, muy poca polución, lo cual agradecieron mis pulmones con grandes ovaciones.

Rishikesh es una pequeña población de unos 80.000 habitantes la cual está calificada como la meca internacional del yoga, y así lo delata el bombardeo continuo de carteles, avisos, posters, panfletos y demás medios que ofertan clases y cursos de ésta práctica (además de otras terapias alternativas como el reiki o el shiatsu). A ésto contribuyeron en gran medida los Beatles cuando en los ’70 se alojaron por una temporada en un ashram de la zona.

Poco tengo que contar de nuestra relajada estancia en Rishikesh puesto que nos dedicamos simplemente a vagar por sus dos núcleos principales, el Lakshman Jhula (puente) o el Ram Jhula, a charlar con monos, a pasear por la playa de arena del Ganges, y a embarcarnos en las compras de última hora. 
Ram Jhula, o el puente Ram. Al otro lado, Swarg Ashram

momentos en Rishikesh

playa del Ganges con el Ram Jhula de fondo

habitantes del lugar

Templo de Lakshman

El transitado peatonal Lakshman Jhula

puestos de fruta en la zona del templo Shri Trayanbakshwar

Templo Shri Trayanbakshwar

El vigilante del puente 1. Este tipo de mono es el mono cabrón.

El vigilante del puente  2. Los monos blancos tienen mucho mejor rollo que los otros.


Bueno, la verdad es que el segundo día nos decidimos a visitar una cascada que supuestamente estaba situada a unos tres kilómetros del Lakshman Jhula y se convirtió la experiencia en una caminata a la vera del río durante más de diez km. Además, para llegar a las cascadas ( visitamos dos al final) había que introducirse en el bosque montaña arriba durante unos cuantos kilómetros también. Total, que echamos todo el día andando y calculamos más de 17km…. Eso sí, encantadas de la vida!!!. Y menos mal que conseguimos medio de transporte para la vuelta, que no fue fácil,  porque a la pobre Mónica le habían salido rozaduras en los pies por llevar los calcetines demasiado cortos...
 Desde luego vivimos nuestro personal Pekín Express, intentando parar a los esporádicos ( y llenos hasta arriba) coches que pasaban dirección casa, el Swarg Ashram.Pero por supuesto que lo conseguimos por menos de un euro al día!!!
Comienzo de la caminata. En el río vimos varios grupos haciendo rafting, muy tentador, por cierto...

chiringuito a la vera de la playa de un ashram a las afueras de Rishikesh

Menú de cafetería. Ecológico, ahorra en papel

¿Cuba o la India?

segunda cascada Foto: Mónica Domínguez

otro coche que no paró

Esta preciosidad era tamaño de mi mano, mi mano de aracnofóbica.... Foto: Mónica Domínguez

Aburrida mientras acechaba a los coches, a los que pasaban, claro. Foto: Mónica Domínguez


Se me pasaba comentar que en el momento de nuestra visita también estaba en Rishikesh Simon, profesor de yoga de Torremolinos que pasa temporadas en la India a cargo de un centro que trabaja con niños locales y que con la gran sonrisa que le caracteriza, nos ayudó a encontrar alojamiento y nos asesoró sobre la zona. Fruto de ésto es que donde nos quedamos fuera un apartamento con terraza con vistas al Ganges, con salón, baño  y cocina por sólo 500 rupias diarias. ¡Todo un chollo! Desde aquí, gracias Simon!!!!

Otra de las noches atendimos a la ceremonia Aarti que se celebraba al atardecer Ashram Parmath Niketan, donde niños, monjes, gurús y devotos entonan cánticos y encienden velas e incienso bajo la mirada de los turistas. Pero la verdad, después de la experiencia del Ganga Aarti en Varanasi, todo lo demás se queda demasiado pequeño….
Ganga Aarti

gurú en el Ganga Aarti

nuestro fantástico apartamentito en el Swarg Ashram


Tras tres días de relajación, respiramos lo más profundo que nuestra capacidad pulmonar nos permitió para volver a subirnos a un tren que nos llevaría a Delhi donde mataríamos el tiempo de compras por la zona de Pajarganj antes de ir al aeropuerto a nuestro vuelo de vuelta a casa esa misma noche. Todo deprisa, muy deprisa. Así el agobio de Delhi no emborronaría nuestras últimas memorias en la India.

De mí para ti, India: ha sido un extraño placer conocerte. Me dejaste con ganas de más y volveré. Gracias por todo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Pakistán y el rayo dorado


25 de Noviembre
Amritsar
El ansia por ver el Templo con luz diurna, aún más, con luz del amanecer, activó todas mis alarmas biológicas. Eran las siete y pico aunque en el zulo pareciera que fueran las 3 de la madrugada por la falta de luz.
Sólo tuve que ponerme una chaqueta, coger la cámara y salir a hurtadillas para no despertar a mis desconocidos compañeros. El esfuerzo, que no sé si lo fue tanto, mereció la pena, porque tuve el enorme privilegio de ser testigo de la incidencia de los primeros rayos dando de lleno en la fachada del Templo. Consecuencia de ello, me quedé ciega por dorado resplandor antes de que las nubes hicieran de las suyas de nuevo…
el rayo dorado

Creo que di unas tres vueltas al estanque, simplemente observando, sonriendo, siendo consciente de cada paso que daba y dejándome llenar del buen rollo que se respiraba en el ambiente. Lo único que era poco llevadero era el frío, pero aún así, no cesaban su actividad los voluntarios encargados de limpiar los escalones del estanque, sumergidos a veces hasta el cuello. 
Para mi beneplácito, descubrí que había zonas del suelo de mármol que estaba calentito, y era ahí donde hacía mis paradas meditativas a la vez que mis pies descalzos recobraban vida. Fue en una de estas paradas que un grupo de colegialas, al verme toda desvalida y sola, me rodeó, y tras la foto de grupo, tuve que consentir unas 10 u 12 fotos individuales con varias de las chicas…a decir verdad, yo encantada y riéndome interiormente de la estampa que teníamos que formar.!! Si me vieran mis allegados…!!
devotos y voluntarios en el estanque

voluntario del estanque

tuve la tentación de acercarme, pero no lo hice por si se me pegaba algo....;)

mis adorables niñas y su profe, en el medio

devotos dando vueltas al estanque

ya con zapatos y calcetines, a la derecha, el edificio de los peregrinos

Todavía llena de luz dorada pasé a recoger a Mónica para ir a desayunar y decidir que íbamos a hacer los próximos días , y no sin esfuerzo, conseguimos un tren que salía de Amritsar  a Ludhiana esa noche, y otro de Ludhiana a Rishikesh en el que estábamos, para no perder la costumbre, en lista de espera. Ya casi nos daba igual en la clase en la que fueramos…estabamos asalvajadas, como decía Mónica. Lo importante era salir.
Teniendo ya las horas contadas, nos perdimos un rato por las callejuelas del bazar no turístico y frecuentado por locales de la parte norte-este del Templo, y simplemente vagamos, saludamos y devolvimos sonrisas. ¡Que gran diferencia con lo que habíamos experimentado por otras partes de la India! 
este simpático señor nos enseñó como hacía cuerda de croché con hilo de metal

adivinad quién es el hijo de Micky...roooarrrrrrrr... con león propio para posar y todo ( lo que me dijo)

bullicioso bazar

Mónica que se va encontrando sus negocios por todos lados

De vuelta al albergue, decidimos reservar un taxi para ir a ver un “espectáculo” que hacen mención en la guía y al cual nos hacía gracia asistir, a unos 30 km de Amritsar. Éste se trataba de la ceremonia de cierre de frontera India-Pakistán en la cercana localidad de Attari ( sí, con reminiscencias de los ´80 y el come-cocos), que se celebra todos los días a las 16:45 o a las 17:00 ( nadie conseguía decir la misma hora…).
Así que después de comer un delicioso chopsuey en el muy recomendado restaurante Neelam´s (por la parte sur de las callejas del Templo), pagar un donativo de 100 rupias ( un euro y medio aprox) al albergue por la noche de ambas, y volver a entrar descalzas al recinto para la última mirada a este remanso de paz, metimos nuestras mochilas y nuestros cuerpos en aquel taxi y nos relajamos mientras que nos acercaban a Pakistán.
el adios... por cierto, todo el mundo ( hombres y mujeres ) habían de ir con la cabeza cubierta

los voluntarios fregando platos como lo habíamos hecho nosotras la noche anterior

Bueno,bueno,bueno…. El espectáculo no sabía cómo sería, pero sí la concurrencia que tenía. A escasos metros de la verja de la frontera habían dispuesto gradas a ambos lados de la carretera, tanto en el lado indio como en el lado pakistaní, y progresivamente se fueron llenando de la masa humana ( más el lado indio que el pakistaní, por razones obvias), parte de la cual saltó de sus asientos y se puso a bailar como frenética alguna pieza famosa digna de Bolliwood en mitad de la calle bajo la mirada de los militares fronterizos. Nosotras flipábamos, claro.  Porque lo mejor era que tenían en el puesto de control un speaker que animaba a la gente y todo!
Tengo que reconocer que después de quedarnos atrapadas en el tumulto, y con lo poco me gustan las masas, si no hubiera sido por el férreo control de seguridad al acceso de las gradas ( no dejaban pasar ni bolsas de palomitas, literalmente hablando), no hubiera estado nada , pero nada tranquila. Pero bueno, eramos muchos y íbamos a pasarlo bien.
Y empezó la historia. Primero salió a la palestra un pequeño destacamento y manteniendo posición, fueron testigos del pique entre su jefe al mando y el jefe al mando pakistaní. El arma: a ver quién duraba más con el aullido que soltaban.  El speaker movía a la masa india que aclamaba con fervor, ídem su homónimo pakistaní. Banderas y pompones, todo tenía cabida.
Luego comenzaron a marchar uno a uno en dirección Pakistán con unos movimientos farrucos y exagerados de piernas. Y lo mismo los pakistaníes. Y otra vez los animadores, e incluso algún espontáneo de las gradas tomaba el mando de la animación de vez en cuando.
Finalmente, y con los soldados de ambos lados juntitos, con sus banderas bajadas y dobladas, se cerraban las puertas de los dos países, no sin antes  darse la mano parca y teatralmente para , una vez terminado el show, fundirse en un cálido abrazo entre todos, señal inequívoca de fraternidad  , si no de sus países, por lo menos entre los individuos. Fue un momento bastante conmovedor y humano. Me quedo con ese calor. 
INDOSTAN!!! así gritaban todos....

los farrucones

mis fans....

Pakistán e India  juntitos pero no revueltos ( los de negro son los pakistaníes, los de kaki, los de la India)

era grrrrannnnde er tío...

Si queréis ver la ceremonia, aquí un pequeño vídeo en inglés que muestra lo divertido de la historia.
 http://www.youtube.com/watch?v=NC9NeJh1NhI&feature=related

Con los pensamientos aún en Indostán llegamos a nuestra querida estación de tren con un amargo sabor de boca por dejar Amritsar tan pronto. Un par de días más no nos hubiera hecho mal, pero ya no quedaba tiempo, sólo cuatro días antes de volver a casa, y había que aprovecharlos.
El tren a Ludhiana fue visto y no visto. Unas tres horitas y nos plantamos a eso de las 10:00 pm allí. Así que tuvimos tiempo, además de para aburrirnos, para que nos confirmaran que efectivamente, habíamos salido de lista de espera en el tren para Rishikesh que salía casi a la una de la madrugada, y encima en segunda clase…YIPAAAA (esto significaba ni más ni menos que tener medio metro encima de tu litera en vez de 30 cmt…).
Y en el Hemkunt Express nos despedimos de Punjab con un ojo abierto y otro cerrado y quedamos expectantes de lo que nos ofrecería la provincia montañosa de Uttarkand a la mañana siguiente, donde se ubicaba Rishikesh, la capital mundial de Yoga, según dicen por ahí.
OOMMMMMMMMMMMMM 
ya en la estación como si fuera en casa












miércoles, 8 de diciembre de 2010

Comiendo sopas en el suelo

24 de Noviembre
Amritsar
esta vez, pasitos virtuales

El viaje en tren no se hizo tan largo como pensábamos que se iba a hacer. Imagino que esto se debió a la pastilla para dormir que engullimos cada una antes de cerrar los ojos. Yo me desperté a eso de la una de la tarde y sólo quedaban otras tres horitas hasta que llegamos a Amritsar.
paisajes de Punjab

paisajes de Punjab

en el otro lado, nosotras íbamos igual

La sensación inicial fue la de una ciudad un poco más moderna de lo que estábamos acostumbradas, con menos porquería acumulada por las calles y la gente mejor vestida. Esto es debido a que son los habitantes de la provincia de Punjab los que más suelen salir al extranjero, inyectando una buena dosis de dinerito a sus familias en la India, regresando a su origen tras una estancia en alguna universidad inglesa o americana e importando de alguna manera la parte positiva de la cultura de los países occidentales.
Eso no quitó para que la llegada a la estación de tren fuera tan estresante como siempre, y encima nosotras sin muchas ganas. Ese día fue una especie de rendición, queríamos llegar con luz para observar el Templo Dorado al atardecer así que Mónica me dio carta libre y pagamos 50 rupias por el trayecto.
Una vez andado con las mochilas a cuestas unos 700 mt, puesto que los rickshaws no estaban permitidos en las inmediaciones del Templo , llegamos a la zona de albergue de peregrinos situada en el flanco izquierdo del recinto.
Inmediatamente nos atendió uno de los voluntarios del Templo e incluso tuvimos suerte de que nos dieran un par de camas (las últimas que quedaban en la parte destinada a los peregrinos extranjeros que no se amoldan a dormir al raso en el suelo con una manta como los locales) para esa noche. Hay que decir que aquello no tenía nada que ver con la idílica estampa de albergue que nos habíamos montado en la cabeza. En el estrecho y lúgubre dormitorio había 10 camas unas pegadas a las otras y un par de cuartos semiprivados con otras cuatro camas cada uno.
El sitio era bastante oscuro y sin ventilación. El único baño que había tenía capas de mugre. Pero era gratis y aquel tenía que ser sí o sí el punto de inflexión en el cual teníamos que verlo todo de otra manera. Lo importante era la sonrisa, y de eso había un rato.
Respirando hondo y dejando los zapatos en el dormitorio, cruzamos a calcetín vivo la calle para adentrarnos en el pasaje que nos llevaría hasta el patio interior del Templo Dorado. Para llegar hasta ahí tuvimos que quitarnos también los calcetines y proceder a lavarnos los pies en unas piscinitas a la entrada, tal y como lo hacían los otros peregrinos. A mi, que tanto cuidado había tenido en otros templos, de repente se me vino la experiencia que pasé en mi infancia cuando me tuvieron que hacer un agujero de peseta en la planta del pie para quitarme un papiloma que cogí cuando entrenaba en el equipo de natación. Pero fue todo una falsa alarma…
El Templo Dorado de Amritsar, conocido con el nombre de Harmandir Sahib, es el lugar más sagrado de los sijs*, centro de peregrinación de la religión, tal como la Meca a los musulmanes.
La visión nocturna del gurdwara (templo) en mitad del estanque de agua inmóvil, con su cúpula de 750kg de oro deslumbrando aún en la noche e inundado de prergrinos fieles a su tradición, fue sin duda alguna uno de los momentos álgidos del viaje. 
Templo Dorado

Templo Dorado

Simplemente por la paz que se respiraba ya merecía la pena. Sin comentar, claro, lo que suponía que hubiera voluntarios las 24 horas del día fregando el suelo del recinto. Nadie escupía, no olía a meado e  incluso estaba más limpio que pudo jamás estar el suelo de mi casa!
Otra experiencia más fue la de ser algunas de las 60.000 bocas a las cuales los voluntarios dan de comer diariamente. En un comedor colectivo, sentados en el suelo con la bandejita por apartados tipo comedor, y una vez que estuvieran todas las filas completas de comensales, hacían su aparición los voluntarios con las perolas llenas de arroz, lentejas, curry y pan y las iban repartiendo con la rapidez de un crupier y sus cartas.  No vi jamás nada igual, y encima se podía repetir. 
en el comedor comunal

Aquí he de decir que yo no quise coger bandejita porque como sabía que iba a picar me daba infinita vergüenza tener que dejar esa comida que me daban gratis, pero me comí un par de chapatis que el voluntario me lanzó a modo de frisbies ( y luego salimos del recinto para comer un chopsuey en un restaurante cercano).
Y el subidón de la noche terminó con la más de media hora que estuvimos fregando bandejitas como voluntarias junto con un montón de locales. La cadena de trabajo que tenían organizada me impactó notablemente, eran como máquinas. De veras, es una experiencia para no perderse.
Amritsar y su templo trajeron de nuevo la magia a nosotras.
paz


*Sijismo :“Fundado en Punjab en el s XV por el gurú Nanak, empezó como reacción al sistema de castas y al monopolio brahamánico del ritual. Los sijs sólo creen en un Dios y, aunque rechazan la adoración de ídolos, algunos cuentan con las imágenes de los 10 gurús” “……… los sijs creen en la reencarnación y el karma. En el sijismo no existe la tradición ascética o monástica” “……es fundamental el concepto de jalsa, o creencia en una estirpe elegida de soldados-santos que adopta un código estricto de conducta moral……..cinco emblemas denotan la pertenencia a la hermandad de la jalsa: la barba sin afeitar y el pelo sin cortar aluden a la santidad; una peineta para sostener de forma ritual el pelo largo; calzón holgado que representa la modestia; sable o espada, signos de poder y dignidad; y el karra, brazalete metálico que simboliza valentía….” “ Los sijs consideran iguales a todos los seres, lo cual se expresa en varias de sus prácticas, entre las que destaca el langar , en el que personas de cualquier casta o creo se sientan juntas para compartir una comida preparada por voluntarios en la cocina común del gurdwara (templo sij)”.
Texto extraído de la guía Lonely Planet edición Norte de la India

martes, 30 de noviembre de 2010

Otro día gris en otro imaginado lugar verde


23 de Noviembre
Gwalior 
La lluvia recibió a la mañana de nuevo. Esto era increíble. Las nubes nos seguían desde Bikaner, pero ese día encima bajaron las temperaturas. O lo que es decir, frío y agua. 
Aprovechando el wifi del hotel y todavía en la cama, buscamos y rebuscamos formas de salir de Gwalior con dirección al norte, si no a Amritsar directo, vía Delhi. Y no hubo manera, estaban todos los trenes llenos. Pudimos llegar a comprar uno desde Delhi a Amritsar para el día siguiente a las cuatro de la mañana, pero no lo conseguimos con el trayecto Gwalior-Delhi. Comenzaba a ser axfisiante nuestra falta de días y la poca disponibilidad en los trenes que necesitábamos coger. Esto también comenzaba a crear tensiones entre nosotras a veces. Pero nada grave y totalmente temporal.
El recto manager del hotel nos ayudó y aconsejó sobre distintas opciones para ir a Delhi mientras que nosotras seguíamos pensando en la lluvia y en nuestra única oportunidad de ver el fuerte de Gwalior. 
Salimos a una “agencia de viajes” junto al hotel y allí finalmente conseguimos un par de pasajes en el Taj Express con salida a las 17.00 horas esa misma tarde. Lo que nos desconcertaba era que la clase era la sleeper chair, que nos faltaba por probar.
Todas estas gestiones nos dejaban ya con sólo cuatro horas para hacer turismo, y por no ir con las mochilas a cuestas decidimos aceptar el taxi por 1000 rupias que nos propusieron en el hotel para toda la tarde. 
Observando cómo jarreaba fuera pasaron diez, quince, treinta y cuarenta y cinco minutos desde que llamaran al taxi. Ya no volvimos a preguntarle cuanto iba a tardar, sino que directamente le pedimos el reembolso de las 1000 rupias. Con un “sorry, sorry madam” se despidió de nosotras que salimos con los chubasqueros puestos en busca de un rickshaw. 
Por muy increíble que pareciera, no nos paraba ninguno. Nunca supimos si fue por la lluvia o simplemente porque funcionan de otra forma en esta ciudad. Finalmente tuvimos suerte y por 40 rupias nos llevaron a la estación de tren con objeto de dejar las mochilas en consigna e intentar en las tres horas que nos quedaban ver el famoso fuerte de Gwalior pasado por agua.
En consigna, y ya empapadas, coincidimos con una pareja de Lérida con la que compartiríamos el taxi para subir al fuerte. Dos horas teníamos de tiempo antes de tener que volver a la estación. Y dos horas que estuve pasando frío, bajo la lluvia y sin ganas de estar a la interperie. 
subida al fuerte de Gwalior

subida al fuerte de Gwalior

subida al fuerte de Gwalior

subida al fuerte de Gwalior
¿Del fuerte que decir? Bueno, las vistas seguramente son infinitamente más espectaculares con sol y sin lluvia, pero hay que decir que es digno de ver. Sobre todo las enormes esculturas de los thirthankas cavadas en la roca que se divisan por toda la carretera de subida. 
fuerte de Gwalior

fuerte de Gwalior

detalle del fuerte de Gwalior

templo en el fuerte de Gwalior

templo en el fuerte de Gwalior

detalle del templo en el fuerte de Gwalior

Otra parada en el oportuno Mc Donalds (ya un horror) y llegamos a la estación justo a tiempo para coger el Taj Express y pasar por la agobiante experiencia de subir a la clase de asiento de sleeper, aunque hay que decir que una vez todos sentaditos no se estaba tan mal. Mónica me ofreció el hombro y yo me dormí unas dos horas del total de las seis de trayecto hasta Delhi.
A la estación de Hizamund de Delhi es donde llegó el tren a las 23.00 más o menos , y desde la misma estación saldría nuestro enlace a las 4.30. Eso es mucho tiempo de espera cuando ya hace frío, sueño, hambre y cansancio. Todo sea por llegar a Amritsar y a la paz…
interior del vagón con sus ventiladores. Foto: Mónica Domínguez

mis pintas a las 3 de la fría mañana. Foto: Mónica Dominguez

Aparte de volver a insistir en el frío que pasamos durante la espera, la única cosa digna de comentar fue el ataque de un mono a Mónica cuando ésta le enfocó con la cámara y la bestia fue iluminada con el puntero rojo del enfoque. Menos mal que no pasó nada, sólo un pequeño tirón del brazo, pero ese capítulo nos dio de reir un buen rato y encima nos sacó de nuestro sopor. El té calentito de las 4.00 ayudó a aguantar el retraso de casi una hora del Amritsar express, dónde pasaríamos las siguientes 13 horas.