martes, 30 de noviembre de 2010

Otro día gris en otro imaginado lugar verde


23 de Noviembre
Gwalior 
La lluvia recibió a la mañana de nuevo. Esto era increíble. Las nubes nos seguían desde Bikaner, pero ese día encima bajaron las temperaturas. O lo que es decir, frío y agua. 
Aprovechando el wifi del hotel y todavía en la cama, buscamos y rebuscamos formas de salir de Gwalior con dirección al norte, si no a Amritsar directo, vía Delhi. Y no hubo manera, estaban todos los trenes llenos. Pudimos llegar a comprar uno desde Delhi a Amritsar para el día siguiente a las cuatro de la mañana, pero no lo conseguimos con el trayecto Gwalior-Delhi. Comenzaba a ser axfisiante nuestra falta de días y la poca disponibilidad en los trenes que necesitábamos coger. Esto también comenzaba a crear tensiones entre nosotras a veces. Pero nada grave y totalmente temporal.
El recto manager del hotel nos ayudó y aconsejó sobre distintas opciones para ir a Delhi mientras que nosotras seguíamos pensando en la lluvia y en nuestra única oportunidad de ver el fuerte de Gwalior. 
Salimos a una “agencia de viajes” junto al hotel y allí finalmente conseguimos un par de pasajes en el Taj Express con salida a las 17.00 horas esa misma tarde. Lo que nos desconcertaba era que la clase era la sleeper chair, que nos faltaba por probar.
Todas estas gestiones nos dejaban ya con sólo cuatro horas para hacer turismo, y por no ir con las mochilas a cuestas decidimos aceptar el taxi por 1000 rupias que nos propusieron en el hotel para toda la tarde. 
Observando cómo jarreaba fuera pasaron diez, quince, treinta y cuarenta y cinco minutos desde que llamaran al taxi. Ya no volvimos a preguntarle cuanto iba a tardar, sino que directamente le pedimos el reembolso de las 1000 rupias. Con un “sorry, sorry madam” se despidió de nosotras que salimos con los chubasqueros puestos en busca de un rickshaw. 
Por muy increíble que pareciera, no nos paraba ninguno. Nunca supimos si fue por la lluvia o simplemente porque funcionan de otra forma en esta ciudad. Finalmente tuvimos suerte y por 40 rupias nos llevaron a la estación de tren con objeto de dejar las mochilas en consigna e intentar en las tres horas que nos quedaban ver el famoso fuerte de Gwalior pasado por agua.
En consigna, y ya empapadas, coincidimos con una pareja de Lérida con la que compartiríamos el taxi para subir al fuerte. Dos horas teníamos de tiempo antes de tener que volver a la estación. Y dos horas que estuve pasando frío, bajo la lluvia y sin ganas de estar a la interperie. 
subida al fuerte de Gwalior

subida al fuerte de Gwalior

subida al fuerte de Gwalior

subida al fuerte de Gwalior
¿Del fuerte que decir? Bueno, las vistas seguramente son infinitamente más espectaculares con sol y sin lluvia, pero hay que decir que es digno de ver. Sobre todo las enormes esculturas de los thirthankas cavadas en la roca que se divisan por toda la carretera de subida. 
fuerte de Gwalior

fuerte de Gwalior

detalle del fuerte de Gwalior

templo en el fuerte de Gwalior

templo en el fuerte de Gwalior

detalle del templo en el fuerte de Gwalior

Otra parada en el oportuno Mc Donalds (ya un horror) y llegamos a la estación justo a tiempo para coger el Taj Express y pasar por la agobiante experiencia de subir a la clase de asiento de sleeper, aunque hay que decir que una vez todos sentaditos no se estaba tan mal. Mónica me ofreció el hombro y yo me dormí unas dos horas del total de las seis de trayecto hasta Delhi.
A la estación de Hizamund de Delhi es donde llegó el tren a las 23.00 más o menos , y desde la misma estación saldría nuestro enlace a las 4.30. Eso es mucho tiempo de espera cuando ya hace frío, sueño, hambre y cansancio. Todo sea por llegar a Amritsar y a la paz…
interior del vagón con sus ventiladores. Foto: Mónica Domínguez

mis pintas a las 3 de la fría mañana. Foto: Mónica Dominguez

Aparte de volver a insistir en el frío que pasamos durante la espera, la única cosa digna de comentar fue el ataque de un mono a Mónica cuando ésta le enfocó con la cámara y la bestia fue iluminada con el puntero rojo del enfoque. Menos mal que no pasó nada, sólo un pequeño tirón del brazo, pero ese capítulo nos dio de reir un buen rato y encima nos sacó de nuestro sopor. El té calentito de las 4.00 ayudó a aguantar el retraso de casi una hora del Amritsar express, dónde pasaríamos las siguientes 13 horas.

Perros maestros del chantaje emocional y senda de Orccha


22 Noviembre
Orccha
Empiezo a dudar de que esta sea la estación seca del norte de la India. La lluvia y las nubes nos han perseguido desde Bikaner, por lo menos hace diez días, y ya nos está tocando la moral.
La visión de un Orccha nublado se me antojó como una mezcla entre un pequeño Mordor y algún lugar de reciente bombardeo, con esas torres afiladas que apuntan al cielo, ese aire de decrépito y ruinoso. Pero hay algo que lo convierte en mágico.
Rodeada de dos afluentes del río Betwa se encuentra la isla dónde están situadas varias majestuosas edificaciones. Pero lo primero que decidimos hacer fue cruzar el río y adentrarnos en la senda que recorre varios kilómetros de la reserva natural. No es que llegáramos muy lejos, nos dio un poco de cague meternos las dos solas en el bosque, pero fue lo suficiente para que me diera el chute de energía verde que tanto necesitaba.
celebrando verde. Foto: Mónica Domínguez

un kit kat para los pulmones

a la orilla del río a punto de ser arrolladas por un camión

Luego volvimos a cruzar este puente, que también nos proporcionó una inyección de adrenalina cuando tuvimos que colocarnos al filo (sin barandilla) al venir un camión y no dar el ancho suficiente para estar tranquilamente. Casi hubiera sido mejor no mirar a Mónica y a los escasos 5 centímetros a los que le pasó el camión, porque intuyo que mi distancia del mismo no es que fuera mayor. 
vista desde el puente

el mismo

Salvado este obstáculo cruzamos a toda prisa al otro lado no fuera a ser que tuviéramos que pasar por otra experiencia similar parando sólo para capturar la increíble imagen de los edificios reflejados en el río.
El recinto de más de una decena de cenotafios o “chattris” fue la siguiente parada, seguida por la visita, ya de nuevo en la isla, de los palacios de Raj Majal y Jehangir Majal, buenos exponentes del arte y la arquitectura medieval islámica.
chittris o cenotafios

cenotafio y río Betwa

el espejo de la frente es para reflejar el mal y no pueda entrar

Jehangir Mahal

detalle en Jehangir Mahal

Jehangir Mahal

Raj Mahal

Raj Mahal

De nuevo, todo estuvo envuelto en un aire de abandono como si aún siguieran por allí las almas errantes de sus últimos moradores. Personalmente me encantó esta decadencia, pero si hubiera habido sol, hubiera sido definitivamente otra cosa.  Eso sí, no nos libramos de las batallas con los insistentes guías, con los perros especializados en chantaje emocional que te persiguen allá donde vayas con aire de pena, y de una pareja de turistas locales de mediana edad que , al igual que el perro chantajista, nos estuvo siguiendo durante todo el subir y bajar de escaleras palaciegas. Fue hasta divertido el juego que tuvimos de darles esquinazo cada vez que se daba ocasión, pero creo que la curiosidad por las extranjeras les dotó de un sexto sentido para encontrarnos allá donde nos refugiábamos de su mirada. Llegamos hasta a correr con tal de perderlos de vista….
Con pena de lo que hubiera podido ser y no fue por el clima, y con la prisa para coger el siguiente tren hacia Gwalior, nos subimos a otro tempo que nos acercó hasta la estación de la ciudad de Jhansi, a 20 km de Orccha. 
Mónica compartiendo su suerte (otra pisada en mierda sagrada) con el perro chantajista

¿y tú qué?

adorados rickshaws

El viaje de hora y cuarto en el Shabati Express y en clase ejecutiva nos transportó durante el tiempo que duró a otro mundo que nos resultó con sabor a casa. Sillones limpios y cómodos, con servicio de catering gratis a bordo, el vagón lleno de ejecutivos con portátiles e incluso una mujer de negocios mandando compulsivamente mails desde su módem usb. Pero eso fue lo que duró, hora y cuarto.
Tengo que decir que tuvimos una entrada a Gwalior mortal. Llovía, eran sobre las 9 -10 de la noche, y no encontramos hotel cercano. Bueno, las opciones que había eran demasiado caras para nuestro ajustado presupuesto. Además, amenazaba una noche de insomnio todo el dispositivo de boda del jardín trasero donde daba la habitación que nos ofrecían. Pero tuvimos la suerte de que al ir a llamar por teléfono a un hotel en un ciber, el amable chico se pusiera a hacer gestiones cuando nos dijeron que no tenían disponibilidad al cual nos disponíamos a ir. El precio que conseguimos al final fue bastante bueno, de 2700 lo rebajamos a 1500 con desayuno incluido.
El hotel estaba a unos 10 min en rickshaw de la estación, pero mereció taaanto la pena…Era un tres estrellas, al estándar de las tres estrellas de la India, con camas grandes y buenas, frigo y tv en la habitación, baño limpio y wifi. Todo un lujo para nuestros cuerpos. 
hotel de Orccha y su nevera.Foto: Mónica Domínguez

Lo último que vieron mis ojos antes de cerrarlos fue el titular sobre la crisis en Irlanda y su llamada de socorro a la Unión Europea. Me alegré enormemente de que este ir y venir por el mundo me hiciera olvidar temporalmente

La prisa mata entre Kama Sutra


21 de Noviembre
Khajuraho 
La noche de ese día se llevó la palma. Algo tuve que cenar que me sentó mal y pasé, para mi desesperación, más de una hora en el baño con una horrible descomposición, sudores fríos y una flojera que me hizo sentir cual  marioneta sin nadie que operara mis hilos. Lo peor era plantearme el seguir el viaje en ese estado.
Conseguí dormir un par de horas después de echarme la manta por encima y esa mañana fue más duro que nunca levantarme de la cama. Pero los templos nos esperaban, y el tren de las 12:00 a Orccha también.
Pasados los primeros momentos de pánico después de desayunar unas gachas sin leche para ver si me arreglaba, y viendo que no había efectos secundarios, pedimos la cuenta y dejamos nuestra fantástica localización para desayunar. Aunque fue caro y el desayuno fue una porquería, el Blue Sky Restaurant tiene una mesa situada en una pequeña plataforma en un árbol justo enfrente de los templos, la cual tuvimos suerte de conseguir vacía.
esperando el desayuno y también que el día fuera mejor que la noche pasada

La entrada a los templos nos costó 250 rupias más las 100 de la audioguía a cada una, teniendo ésta una duración de una hora y cuarenta y cinco minutos, tiempo justo (creímos) para ver los 25 templos del complejo.

Kahurajo

Y sí, son impresionantes. Y sí, hay ciertas tallas kamasutrianas o eróticas que son ruborizantes. Y sí, otras incluso representan la zoofilia. El conjunto es simplemente espectacular, pero siendo sincera, estoy ya colapsada de ver tanta piedra y lo que me pide el cuerpo de verdad es ver verde y oler río y montaña. 
zoofilia en Kahurajo

creo que era el dios Vishnu

amantes entretenidos

uno de los 25 templos del complejo

detalle de las fachadas

posiciones Kama Sutra

tallas eróticas

representación de una orgía

detalle de fachada

El hecho de que esta audioguía no tuviera de lejos la calidad de las otra que fuimos usando a lo largo de nuestro periplo viajero, más la presión de tener que verlo todo en menos de dos horas hizo que dejáramos Khajuraho con un cierto mal sabor de boca. Pero nos dirigíamos al norte, al verde, al río… así que todo daba igual.
Cuando llegamos a la estación de tren de Khajuraho, esa que no figura en ninguna página web pero que existe, nos asustó de gran manera la fila de espera para comprar el billete a Orccha, que no se puede reservar. Fue ahí cuando aún habiendo llegado las últimas, el taquillero nos llamó y nos vendió el billete a nosotras primeras, y de esta manera descubrimos el secreto. Siendo mujer te puedes colar y tienes como cierta prioridad. Si no sale de ellos, te cuelas tú y no te dicen nada.
¡Genial, nunca es tarde para aprender trucos!
Opción a clase no hubo, así que experimentamos durante las más de  seis horas que duró el viaje el ir en la clase sleeper de 28 rupias cada una, todo un entretenimiento para nosotras. O bien debiera decir para ellos, porque fueron seis horas de constante observación sin pestañeo.

en el vagón de la clase inclasificable. Foto: Mónica Domínguez

Estado del vagón cuando entramos. No queréis saber 7 horas más tarde y lleno...

con el calor que pasamos nosotras, ver a este niño fue todo un sufrimiento

Yo personalmente me emocioné con eso de ir en la ventana y viajar de día, porque no hay nada que me apasione más que hipnotizarme con el constante movimiento paisajístico desde el tren, lo malo es que no contaba con la manía que tiene esta gente de escupir por cualquier sitio. Tuve pues que cerrar la ventana a la segunda vez que, sin atisbo de lluvia, me entró por la ventana algo húmedo liberado por algún mascador de tabaco, algo muy habitual, desde la puerta del vagón. Me encerré en mis pensamientos y esperé que el dolor de rabadilla no fuera incrementando.
Desconcertadas por la oscuridad, bajamos del tren a unas decenas de metros del apeadero y volvimos al ruedo con los conductores de rickshaw. Por esta zona éstos tienden a ser más grandes y se llaman tempos.
Shri Mahant Guest House es el nombre de la pensión donde estaba el zulo de 300 rupias que alquilamos en Orccha. Como bromeamos entre nosotras, nos estábamos ya “asalvajando” y para llegar por la noche y salir por la mañana, con que no tuviera ratas ni cucarachas, estaba bien. Bueno, y que pudiéramos cruzarnos por la habitación y no tener que ponernos de lado.
La cena fue mucho mejor, y sobre todo teniendo en cuenta que mi estómago me había dado tregua. Entramos en un lugar llamado Milán  que servía pizzas al horno de leña. Tengo que decir que no fueron las mejores, pero sí unas de las más necesitadas pizzas del viaje. Yo había tomado la triste decisión de no volver a pedir nada más de la gastronomía hindú siempre y cuando hubiera cualquier otra cosa disponible. Y me partía el alma, pero era o eso o mi estómago.
En este lugar coincidimos con tres españoles: una pareja (él de Málaga) recién llegada atrapada por uno que, aparte de borracho y llevar años por la zona, era bastante desagradable y déspota creyéndose el rey del mambo.
No les hicimos mucho caso y antes de dormirnos encima de lo que no quedó de las pizzas, nos fuimos a dormir que nos hacía una enorme falta.
pasitos

domingo, 28 de noviembre de 2010

Un vuelo de lo sagrado a lo sublime


 
20 Noviembre
Varanasi-Kahurajo
La alarma sonó a las 5.30 am. Pero los chillidos de los monos a las puertas de nuestra habitación sonaron mucho más temprano y con mucha más intensidad, lo que nos hizo pegar un bote de la cama y soñar con ataques de simios en nuestro duermevela posterior.
Puntuales, a las 6.00 salimos en la barquita con el mismo chavalito del primer día, Rhavi, para nuestra última actividad en la ciudad sagrada, el inevitable crucerito para ver en primera fila las innumerables escenas que se desarrollan en los escalones a tan temprana hora de la mañana. Bueno, tuvimos que volver al embarcadero a recoger a otros cuatro guiris, lo cual retrasó nuestra salida, algo no muy bueno porque teníamos que coger un vuelo a las 11.15 y nos aconsejaron salir a las 8-8.30 del hotel para llegar a tiempo. Y había que desayunar…
Meditadores, velas encendidas arrastradas por la corriente, vacas desperezándose, incineraciones, frotamientos con jabón, rituales acuáticos, lavanderos de sábanas, niños jugando al cricket en los incómodos escalones, vendedores de flores para la ofrenda , o simplemente observadores mañaneros. Eso es el Ganges. Es algo realmente mágico y no hay que perdérselo.













el barquero Rahvi

Era tarde. Era muy tarde. No nos podíamos creer que el único vuelo que teníamos en todo el viaje lo fuéramos a perder. El paseíto en barca se alargó más de la cuenta lo que hizo que tuviéramos que desayunar con una velocidad inversamente proporcional a la que nos fue servido el desayuno. Es decir, a toda leche.
Para el trayecto de unos 25 km hasta el nuevo aeropuerto de Varanasi nos tocó el que seguramente está más colgado de todos los conductores de todo Benarés. El hombre, no sabemos si por nervios porque no llegábamos o simplemente porque era así, intentaba calmarnos con unas risas propias de Jack Nickolson en “El Resplandor”. Eso cuando no iba cantando como si de un tirolés se tratara.
Por fín vimos el edificio del aeropuerto y miramos el reloj. Las 10.20. Bien, prueba superada. Habiendo agradecido a nuestro sombrerero loco sus servicios, pagado las 150 rupias de tasas por estar dentro del aeropuerto, haber facturado las maletas y comido una barrita de Snickers, disfrutamos del corto vuelo de 40 minutos a Kahuraho en un avión de la compañía Kingfisher, una de las más atentas con las que haya viajado jamás. Altamente recomendada.
Se nos hizo tan extraño el estar en otra ciudad sin tener que viajar durante horas y horas que nos costó asumirlo.
Primero buscamos hotel. Cuatrocientas rupias accedimos a pagar por una bastante cutre habitación del hotel Zen, en la calle principal de Kahurajo.
Luego decidimos ir del tirón a visitar los templos de Kahurajo, patrimonio de la humanidad, y famosos por sus tallas en piedra de figuras de amantes representando posiciones del Kama Sutra. Hay tres grupos de templos: los del oeste y más importantes que dejaríamos para el día siguiente; y los del sur y este que visitaríamos esa tarde previo pago al conductor de rickshaw de 200 rupias por echar la tarde con nosotras.
Impresionantes. Majestuosos. Precisos y preciosos. Ruborizantes. No puedo decir más.
Khajuraho
En el primero que visitamos , el templo Javari, hicimos de primas al picar ante la insistencia del “guardián” del templo en enseñarnos con su espejito a modo de puntero las diferentes representaciones y esculturas. Antes de que se nos pegara le repetimos por lo menos una decena de veces que no necesitábamos guía y diez veces que nos dijo que era sólo el guardián.
 Nos pareció algo sospechosa su fijación en enseñarnos sólo las representaciones eróticas al mismo tiempo que bajaba el tono de voz mientras nos decía “Kama Sutra, ¿do you like it? Luego quiso hacerse una foto con nosotras y a Mónica la agarró con ganas para posar. La sensación que nos dio fue que el señor lleva demasiado tiempo viendo las esculturas y anda de salido por la vida. 
interior templo

Mónica y el guardián salido
Para rematarlo, echó serpientes por la boca en sánscrito cuando nos negamos en rotundo a soltarle rupias tal y como nos pidió. Este tipo de cosas es lo que rompe el encantamiento de la India.
La ronda siguió con los templos de Vanama, Shantinath, Parshwanath, Adinath, Duladeo y Chaturbhuja, todos con sus respectivos “guardianes” solícitos. Obviamente, no tropezamos dos veces con la misma piedra por mucho insistieran.





Para la cena buscamos un restaurante recomendado llamado Raja Café que, aparte de volver a servirme comida con chili aunque alegué ser alérgica, tenía unas fantásticas vistas a los templos a escasos minutos del hotel.